jeudi 22 janvier 2015

Trampa para un mirón (Miroslav Tichý)

19 de enero de 2015, por Lunettes Rouges



(artículo original en francés, aquí)




Miroslav Tichý, ST



La exposición de fotografías de Miroslav Tichý en la galería Christophe Gaillard (hasta el 28 de febrero) tiene una forma totalmente sorprendente : la mayoría de las fotografías las presentan en una especie de cabaña oscura, con una iluminación moderada que no las deja ver fácilmente (escenografía de Thibault Hazelzet & Yannick Boulot). También las divisamos a través de tragaluces en la cabaña, aparato perfecto para un mirón, en correspondencia con aquel. Abajo el texto que escribí para la ocasión.



Vista de la exposición Tichý, galerie C. Gaillard, foto Rebecca Fanuelle



¿Porqué nos atraen tanto las fotografías de Miroslav Tichý? ¿Qué tienen que nos fascina, que nos impide despegar los ojos de ellas, y que, luego, nos persigue, nos atormenta hasta en sueños? ¿Qué significa la opresión sorda que de ellas se desprende? ¿Porqué nos provocan entusiasmo, placer, nos maravillan de forma única?



Miroslavn Tichý, ST


Y por tanto no son fotografías que busquen gustar, atraer, seducir, como tantas otras. Para Tichý ni siquiera estaban destinadas a ser exhibidas, se amontonaban por el suelo de su casa, en desorden, sencillamente como producto de sus paseos, de sus obsesiones, sin que les pusiera la mínima intención artística, al querer únicamente satisfacerse a sí mismo.



Vista de la exposición Tichý, galería C. Gaillard, foto Rebecca Fanuelle


Y mírenlas bien esas fotografías, miren como están de mal hechas, sobre -o sub- expuestas, a veces borrosas, a menudo manchadas de grasa, sucias de polvo, dañadas por exceso de bromuro, invadidas de colores, algunas veces mohosas (al cerrar los ojos ¿no se tiene la impresión de sentir su olor acre?); 
en una, fue capturada una mosca durante el revelado, otras tienen el marco de cartón carcomido por los ratones. Así, la imagen está invadida por parásitos, fantasmas que forman otra película que se interpone en nuestra visión. Como dice Gianfranco Sanguinetti, las fotografías de Tichý son como sus bellezas moravas socialistas : ni depiladas, ni desodorizadas.



Miroslav Tichý, ST



Sino, despreocupadas, espontáneas, altaneras, solares, ante todo auténticas.



Vista de la exposición Tichý, galería C. Gaillard, foto Rebecca Fanuelle



Sería fácil y tentador hablar más bien del fenómeno Tichý, de su vida, de su singularidad, de su descubrimiento, de su invención , de su mercado, pero, cuando nos encontramos frente a sus fotografías, éstas nos impiden escaparnos, no nos permiten digresiones, nos obligan a hablar del arte de Tichý y de nada más.



Miroslav Tichý, ST


Y ello, ante todo, porque se trata de fotografías de mujeres, de cuerpos femeninos bonitos y apetecibles que forman parte de una historia, que Tichý (ex-alumno de Bellas Artes de Praga, cosa que se olvida demasiado) conocía bien y de la cual también nosotros nos hemos nutrido, la historia de la representación -y de la adulación- del cuerpo femenino a través del tiempo, desde la Venus de Brassempouy hasta la Venus de Urbino de Tiziano y la Odalisca de Ingres. Y las fotografías de Tichý  son eso ante todo, un último capítulo de la idolatría del cuerpo femenino en el arte.



Vista de la exposición Tichý, galería C. Gaillard, foto Rebecca Fanuelle


Y aquí, ni modelo ni sesión para posar en el taller : esas fotografías no son honestas, no resultan del contrato entre el artista y el sujeto, casi todas son robadas, tomadas a escondidas. Fueron el botín de un vagabundeo clandestino, de una apropiación urbana, de una desviación que algunos llamarían psico-geográfica.  Tichý erraba por las calles de su ciudad, merodeando y vigilando, esperando el momento en que en su línea de mira entrara una presa digna de ser tomada.
Estudiar sus negativos es un ejercicio muy interesante pues podemos ver su progresión, sus sobresaltos, sus flechazos, también sus decepciones cuando el cuerpo que había seguido por detrás no era lo que esperaba por delante. "Soy un observador, decía, observo lo más concienzudamente posible". Y luego decidía revelar únicamente "las imágenes que se parecen al mundo".

Claro que se trata de voyeurismo, y ya se oyen los aullidos de indignación de manifestantes virtuosos. Claro que son fotos robadas, claro que lo son en su mayoría, esas mujeres eran utilizadas sin su consentimiento (a lo mejor, eran indiferentes frente a ese vagabundo inofensivo y sin agresividad : muchos creían que solo era un engaño y que sus aparatos prehistóricos no estaban cargados, incapaces de tomar fotos), claro que es una obsesión : todo el placer de Tichý residía en esa búsqueda, en ese rastreo, en ese voyeurismo. Además de sus paseos diurnos por las calles de Kyjov, algunas veces también se escondía por la noche detrás de las persianas para sorprender a la alumnas-enfermeras desvistiéndose en su dormitorio, o miraba programas de soft-porno en la televisión austriaca que lograba captar. ¿Placer malsano?


Placer rebelde, en todo caso, placer escandaloso. Tichý fue por esencia un insumiso, desde el día en que se fue de Bellas Artes luego de que los comunistas (que acababan de llegar al poder con el golpe de estado de 1948) prohibieran la desnudez de los modelos femeninos durante los cursos de dibujo. Servicio militar, cárcel, e internamiento en un hospital psiquiátrico no logran abatirlo o doblegarlo. Su rebelión no era tanto política sino moral, social : pelo largo y sucio, barba hirsuta, harapos, rechazo al trabajo, era el anti-héroe socialista por excelencia. También atropellaba las normas - tanto socialistas como capitalistas, pero siempre las puritanas y políticamente correctas- en relación con las mujeres. No le importaba imponerse como un anarquista sexual escandaloso (no en su vida que fue aparentemente bastante casta, sino en su arte). Y, de la misma manera que se había evadido de la sociedad socialista, se quedó al margen de la sociedad capitalista del espectáculo, de la invención de su obra, rechazando exposiciones (la mayoría las hicieron sin su consentimiento) y especulación. Tenía mejor que hacer, al seguir su camino solitario.


Pero ese placer rebelde es también un placer imposible, prohibido. Miren esas bañistas en bikini dorándose al sol : en casi todas sus fotografías, una reja se interpone entre el fotógrafo y la joven, entre deseo y disfrute. Está claro, la reja de la piscina al aire libre en la cual el "vagabundo perverso" no podía entrar, es también una separación con el objeto deseado, barrera contra el deseo, una escapatoria ante el pasaje al acto, en pocas palabras una privación de sexo. Según Dalí, en España se decía que la masturbación volvía ciego (y no sordo) : la fotografía habrá sido para Tichý una escapatoria ante el riego masturbatorio?


Es la razón por la cual hay que aceptar su voyeurismo y asumir el nuestro : todo artista es un voyeur, todo mirón también, y "la mujer sigue siendo el único sujeto todavía capaz de recordarle al hombre su naturaleza". El efecto mágico de esta exposición, cuya forma, como una trampa para mirones, pone a distancia las obras y sólo las deja descubrir progresivamente, difícilmente, tanto que al salir, todos vamos a la calle a mirar la belleza de la primera mujer que pase con la misma mirada que Tichý, con el mismo deseo a la vez inocente y revolucionario que el suyo, cierto?


[Miroslav Tichý (1926-2011), después de estudiar pintura en Bellas Artes de Praga y de diversos enredos con las autoridades comunistas, se retira en la pequeña ciudad de Kyjov, Moravia. Cuando confiscaron el taller en donde pintaba se puso a fotografiar, errando casi todos los días por las calles de la ciudad, con aparatos que él mismo fabricaba. Revelando una muy pequeña cantidad de sus fotos (con un agrandador de imágenes también fabricado por él), que algunas veces mejoraba con lápiz, o que enmarcaba para luego abandonarlas por el suelo de su casa poco salubre, sin mostrárselas a nadie. Luego de un primer intento infructuoso en 1989/90 del psiquiatra checo-suizo Román Buxbaum (que se apropió entonces de una gran parte de sus obras) quien quiso mostrarlo en el contexto del arte marginal, Tichý fue "descubierto" realmente por el gran curador Harald Szeemann en la Bienal de Sevilla de 2004; obtuvo al año siguiente a los 78 años, el Premio Descubrimiento de los Encuentros de Arles. Después expuso en numerosos museos (Kunsthaus Zurich, Centro Pompidou, MMK Francfort, ICP New-York, Casa de la Fotografía de Moscú, Galería de la Ciudad de Praga, Museo Reiss-Engelhorn en Mannheim), la mayoría de la veces sin su consentimiento. Todas las fotografías que aquí se presentan provienen de la heredera legítima  Tichý (y única titular del derecho de copyright), Jana Hebnarová. ]

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